jueves, 5 de febrero de 2009

Viaje por el NOA

Vacaciones


Aunque con mi novia queríamos ir hasta el Titicaca en Bolivia, algunos problemas con su documento nos hicieron modificar nuestra plan inicial, eligiendo las provincias de Salta y Jujuy como último destino.

Años atrás había hecho Tucumán-Salta-Jujuy en quince días, y como es verdaderamente agobiante hacer las tres provincias en tan poco tiempo, esta vez optamos dejar Tucumán para la próxima.

Hay dos formas de conocer el Noroeste Argentino en quince días: una consiste en "saltar" diariamente de pueblo en pueblo intentando conocer hasta la última roca de cada lugar. La otra, más reposada, la de omitir algunos lugares pero no fatigarse demasiado y de paso tener una excusa para regresar en el futuro.

El recorrido que narro en este blog puede servir como (incompleta) guía para aquellos que aún no conocen el NOA y que piensan en algun momento hacer este viaje.

Día 1 - Salta Capital

Salimos desde Aeroparque a las 10 de la mañana. El viaje en LAN demora 1 hora 40 minutos. También se puede viajar a Salta en micro. Flechabús Ejecutivo sale 280 pesos pero demora veinte horas (o más), mientras que el pasaje en LAN cuesta 350 pesos aproximadamente. No hay mucha diferencia en el costo y sí en el tiempo. El viaje en tren a Tucumán sale 50 pesos en clase fakir y 300 en camarote (para dos personas) pero el pasaje hay que sacarlo con dicisiete años de anticipación y llega a destino en aproximadamente dos años y medio.

LLegamos al aeropuerto de Salta, a unos veinte minutos de la ciudad. Transportamos un carrito con varios objetos inútiles que jamás utilizaremos: carpa, colchón inflable, marmita, etc.. Los primeros cerros asoman vestidos de una densa vegetación. Hace algo de calor, sin embargo, en todo el viaje dormiremos con frazadas y a la noche para salir utilizaremos las camperas. Más de uno en Buenos Aires me dijo: "¿Al norte? ¡qué calor!", y sin embargo uno duerme con frazada. Sucede que exceptuando Salta Capital, el resto de los pueblos que visitaremos están a más de 2000 metros de altura y en esos lugares sopla un viento muy fresco. Por eso la campera resulta indispensable para el viaje.

Llegamos a la capital. La Ciudad es verdaderamente hermosa y limpia. Nos alojamos en el hotel La Beltraneja ($120 h/doble).

Algunas visitas imperdibles:

Museo Antropológico de Alta Montaña (Mitre 73): Aquí están las famosas momias del Llullaillaco, un volcán de 6730 m.s.n.m descubiertas por una expedición de antropólogos y montañistas argentinos, financiada por la National Geographic. Una de las momias, La Doncella, se expone en el museo y resulta impactante. Este lugar es imperdible.

Teleférico: Se aborda en el teleférico en el Parque San Martín y se sube hasta la cima del Cerro San Bernardo. Hacerlo a la tarde-noche permite apreciar la ciudad ilumnada por sus farolas.


A la noche se puede ir a la calle Balcarce, donde están todos los boliches y las peñas. Lamentablemente no encontramos alguna peña que no sea "for turist" (de todos modos, algunas resultan algo más genuinas).


Día 3 y 4 - Cachi

Son las 21.30 y cae un diluvio. Es recomendable partir desde Salta temprano para no llegar muy tarde. El viaje demora unas cuatro horas y media con la empresa Marcos Rueda ($31). Nuestra idea inicial era alojarnos en el camping en Cachi para estar más en contacto con la naturaleza, pero la lluvia y la noche nos atemorizó.

El camino hacia Cachi es fantástico. Se atraviesa la Cuesta del Obispo por la ruta 33. El camino es de tierra pero está consolidado. Sólo hay que tolerar los caminos sinuosos y las cornisas. El punto más alto es Piedra del Molino a 3348 m.s.n.m.. Luego de la cuesta se encuentra la recta Tin Tin, un camino recto a 3000 metros de altura el cual fue originalmente construído por los Incas, ahora pavimentado y convertido en ruta provincial.

Ni bien llegamos nos alojamos en El Nevado de Cachi ($70 h/doble). La habitación no es triste y da a un patio con una parra, en el que uno puede tomar unos mates y contemplar las uvas.

En el Norte los alojamientos se dividen en tres categorías: majestuosos, pasables, denigrantes. Los majestuosos están entre $250 y $400, los pasables están entre $80 y $150 y los denigrantes menos de $50. Los campings son buenos en Salta. En jujuy es preferible evitarlos.

En Cachi el tiempo se detiene y la vida transcurre apacible y relajada. La plaza es un monumento a la quietud. Sus calles son desoladas a la tarde en el horario de la siesta. Ni siquiera el turismo invasor logra imponer su ritmo acelerado. Poco a poco uno se va transformando en cardón.

Visitas en Cachi:

La Paya: Fernando Corimayo (0387-154814465 / coryfer@hotmail.com) nos llevó a conocer La Paya ($20), un pequeño poblado de casas en donde él vive. Nos invitó a su casa y nos ofreció probar los vinos pateros que su familia produce, además de hierbas medicinales, nueces y demás productos de campo. También nos mostró un corral con cabritos. Bastante alegres luego del vinillo, fuimos a conocer uno de los principales yacimentos arqueológicos, Puerta La Paya, donde vivían los pueblos prehispánicos pertencecientes a los Calchaquíes: Los Pulares o Cachis.

Las Pailas: Otro importante yacimiento arqueológico ubicado a los pies del Nevado de Cachi (hermoso cerro de 6300 m.s.n.m que casi siempre se encuentra nevado). Lamentablemente había tormenta y los relámpagos eran temibles.


Día 5 - Trasbordos hasta Purmamarca (Jujuy)


Al quinto día nos fuimos de Cachi sabiendo que algún día volveríamos. El camino de de regreso resulta agotador.

De Salta Capital hasta San Salvador de Jujuy viajamos en Flechabús ($21). El viaje demora dos horas y es por autopista. Conviene evitar aquellas empresas como Balut, que antes de llegar a destino pasan por todos los pueblos del mundo.

Hicimos una escala de tres horas en Jujuy para darnos un chapuzón de urbanidad. Bajar fotos en un ciber, comprar una bolsa de dormir perdida y arreglar el celular fueron algunas de las actividades realizadas. La gente se amontona en las calles lo cual hace que huyamos despavoridos. Hay quienes dicen que la ciudad es bonita. Nosotros preferimos continuar hasta Purmamarca.


Día 6 - Quebrada de Humahuaca: Purmamarca

Desde San Salvador abordamos un micro de la empresa Panamericano hasta Purmamarca ($10). El viaje dura 1 hora y media aproximadamente y como me demoré en el baño subimos últimos y viajamos parados.

Al llegar tan tarde a Purmamarca y al ser un pueblo muy pequeño (viven apenas 1779 habitantes según mi guía YPF, pero parecen menos) es complicado conseguir alojamiento; en enero hay invasión de turistas porteños. Tuvimos que alojarnos en un intento camping.

Los mismos dueños de la cadena de campos de refugiados de la Cruz Roja en Bosnia y Bagdad, tienen también un camping en Purmamarca llamado La Reliquia (sic). Resulta una experiencia bastante intensa. Por $12 uno puede disfrutar de tan excéntricas comodidades como por ejemplo baño mixto y dos metros de parcela para la carpa, un cálido hacinamiento que nos enseña a compartir. A ser más tolerantes en esta sociedad individualista y burguesa.

La población del camping era algo rústica. Abundan grupetes de muchachas sub 19 que no hacen otra cosa que gritarse y reir compulsivamente, guitarras mal afinadas con voces agónicas de alcohol, o largas filas en el baño mixto, el cual se divide entre los que quieren lavar platos sucios de la cena y los que necesitan evacuar dudas existenciales. Es preferible evitar los campings en Jujuy, no así los de Salta que son muy buenos.

Nuestra estadía duró esa noche (noche gélida, por cierto), puesto en la cena ya habíamos conseguido una habitación en Sabor a Tierra ($120 h/doble) para el día siguiente. Es cierto que viajan muchos chicos que van con los mangos contados, y por eso se alojan en estos lotes donde las condiciones de hábitat son deplorables. A veces pienso si no es mejor, para eso, quedarse en Buenos Aires.

Una vez asimilados el tiempo y el espacio uno es absorvido por este pequeño pueblo y se siente una levedad asombrosa. La pequeña plaza invita a la quietud, a dejar de hablar y oír el sonido tenue del silencio. Es un momento mágico.

Visitas en Purma:

- Cerro de los Siete Colores: Se puede observar desde todo el pueblo. Es her-mo-so.
- Salinas Grandes: Un majestuoso desierto de sal. Queda a 63 kilómetros de Purmamarca y es imperdible. En auto, por la ruta 52. A pie, hay unos remises que te llevan hasta allá, te esperan 40 minutos y te regresan ($40). Por la ruta 52 se atraviesa la Cuesta del Lipán, llegando al punto más alto: 4170 m.s.n.m. Las Salinas tienen 12.000 ha y son una de las mayores depresiones de la provincia.

Purmamarca es un pueblo muy pintoresco que está a la altura de las cataratas del Iguazú y los Glaciares.


Día 7 - Tilcara / Humahuaca

Hicimos un paso fugaz por Tilcara. Tomamos el Evelia ($3) para conocer el Pucará y el Museo Antropológico. Se nos largó la tormenta en las ruinas y tuvimos que refugiarnos en las casitas de los Omaguacas, pueblo prehispánico conquistado por los Incas allá por el 1500. Debido a la lluvia no pudimos ir a la Garganta del Diablo. A la tarde nos fuimos hasta Humahuaca en el Panamericano ($5), una hora aproximadamente.


Dia 8 - Humahuaca

Al llegar de noche nos trasladamos 400 años en el tiempo y atravesamos sus angostas calles empedradas y sus faroles reflejándose en los adoquines. Luego de encontrar un primer hotel, El Colonial ($100), y de cambiarnos al Hotel Cabildo al otro día ($120), esa primera noche aprovechamos para ir a la peña de Ricardo Vilca, músico humahuaqueño fallecido en el 2007, quien con la profundidad de su música logró, tal como si fuera el Piazzolla de la Puna, describir los paisajes y la vida humahuaqueña con absoluta profundidad. Músicos como León Gieco o Divididos, entre otros, grabaron canciones de él, Rey Mago de Las Nubes o Plegaria de Sikus y campanas, y Guanuqueando, respectivamente.

En la actualidad, tocan los músicos que amigos de Vilca. Visitar la peña del maestro resulta una experiencia imperdible. Mediante el testimonio de José "Chato" Gonzalez y del resto del grupo, podemos para quienes no llegamos a conocer a Vilca personalmente, aproximarnos a ese hombre que con tanta sencillez y humildad logró cautivar con su arte los corazones sensibles de los habitantes de este mundo.

Antes de la música proyectan algunas películas, como Una Estrella y Dos Cafés, Río Arriba, Emiterio. Como nos encantó la peña terminamos yendo todas las noches y comprando algunos discos.

Huacalera

Desde Humahuaca visitamos Huacalera, lugar donde descarnaron los restos de Lavalle. Es un pequeño pueblo con estación abandonada. Lamentablemente lo visitamos un domingo en el horario de la siesta. Algunos van hasta el cartel donde se advierte el cruce del Trópico de Capricornio(?). Allí almorzamos en un restoran (le llaman "comedor") por tan sólo $25. No comimos pollo a la naranja, pero la mila con fideos estaba riquísima.

Uquía

Pequeño pueblo a 2800 m.s.n.m., el cual cuenta con una iglesia del 1600 que tiene unas pinturas con unos ángeles arcabuceros de la época colonial. Lamentablemente era domingo, y pese a que las iglesias operan dicho día, ésta se había tomado asueto.

Pero... pero... si bien no pudimos ver los angelitos guerreros, en el "patio" de este lugar, subiendo por la calle del cementerio se accede a un paraíso de montañas rojas donde uno se siente en Marte. Valió la pena.


Día 10 - Iruya


Partimos temprano hacia Iruya en un colectivo de la empresa del mismo nombre. Es conveniente sacar los boletos temprano o el día anterior.

El viaje demora tres horas aproximadamente y el camino, aunque consolidado, resulta no apto para quienes padezcan de vértigo. Atravesando ríos, cornisas, curvas y contracurvas, y luego de varios rostros de porteños/as aterrorizados/as, se llega a este pequeño pueblo colgado de la montaña a 2700 metros de altura. Iruya es como Humahuca pero sacudida. Sus calles adoquinadas, sus faroles... pero todo en subida y bajada (más subida que bajada).

En Iruya nos alojamos en el Caucillar ($120 h/doble). Allí la atención es muy grata y las habitaciones son prolijas. Ese día por la tarde tocó Pecay Pudú, un grupo "a lo Markama" que toca música Latinoamericana (andina, colombiana, cubana, nacional, etc.). La noche terminó en fiesta con músicos del pueblo y la frutilla del postre, Fany Canchi, una coplera del pueblo.

Día 11 - San Isidro de Iruya

Visitar San Isidro significa atravesar 8 kilómetros de ríos, piedras y subidas. Mi novia Jazmín no se animó a tanto, así que hice la caminata con otro grupo de chicos y dos muchachos de la zona, Pablo y Andrés, nos hicieron de guía. La caminata demora 3 horas de ida y 3 horas de vuelta y para los que carecen de pereza, resulta imperdible.

San Isidro es un poblado al que se accede por una escalera, pues se encuentra en plena altura. Para quienes desconocen completamente el terreno es conveniente hacerlo con guías. Otra visita que se puede hacer, para los más osados, es ir hasta San Juan.


Día 12 - La Quiaca

Dede Iruya tomamos un Panamericano directo hasta La Quiaca. Hace el mismo recorrido hasta la ruta 9 pero en vez de bajar a Humahuaca sube hasta La Quiaca, ciudad limítrofe con Villazón, República de Bolivia.

La Quiaca es una ciudad fronteriza de veinte mil habitantes. Por algun motivo en especial casi todos los lugares fronterizos son algo hostiles, son lugares de tránsito, tal como lo son en Buenos Aires las terminales de trenes o los puertos. Son lugares obligados pero no de permanencia, por lo que no resultan tan atractivos como otros sitios.

En La Quiaca nos alojamos en el Hotel de Turismo ($90), donde las habitaciones son amplias y cómodas. Es el mejor hotel al que hemos ido en todo este viaje y se come muy sabroso.

En La Quiaca se puede cruzar a Villazón para ir de "Chópin", los precios son algo más baratos.

Día 13 - Yavi.

Yavi es un hermoso pueblo puneño ubicado al este de La Quiaca y a 11 kilómetros. Se puede ir hasta allí en un remís que cobra $4 por persona.

Visitas en Yavi:

- La casa del Marquéz: Es el único lugar de la Argentina que tuvo un Marquéz, y no el de Sade sino el de Yavi. Hay un museo.

- La iglesia: lugar donde se filmó El Destino, una película que junto a mi novia creo que fuimos los únicos dos que la vieron.


El regreso

Todo concluye al fin, nada puede escapar. Quedan ganas de permancer más días y uno llega a la Jungla Porteña tratando de padecer esta incomprensible transición entre dos mundos antagónicos. El avión 737 de Lan aterriza sobre una pista mojada y patina un poco. Arrecia la tormenta y al frenar el avión los pasajeros, tal como si fueran angustiados sobrevivientes, aplauden (imos) al piloto y nos abrazamos y lloramos, quizás de angustia por volver y encontrar en vez de montañas, edificios cuadrados que no imponen ningun tipo de respeto.

Anhelo regresar algun día, algun tiempo más prolongado que unas meditadas y efímeras vacaciones de enero.